Los peligros de la autosuficiencia

“Y tú, ¿cómo te imaginas cuando seas adulto?”, preguntó la profesora a los chicos de séptimo grado (o primer año de educación básica). Aún recuerdo con claridad mi respuesta, “una profesional independiente, compartiendo el departamento con mi mejor amiga”. Tenía solo 11 años, y aunque la mayoría manifestó la necesidad de formar una familia entre sus proyecciones futuras, mi verdadera aspiración era una: la independencia.

Desde joven me caractericé por ser una persona, aunque correcta, rebelde y testaruda en extremo. Nada me molestaba más que el no poder hacer lo que deseaba; esto me llevó a ser una adolescente obstinada que, a pesar de recibir todo el amor, consejo, guía y libertad de unos excelentes padres; estaba ansiosa por vivir una vida autónoma. Fue así como, bajo el precepto de la independencia, me labré un camino hacia la autosuficiencia.

Cuando la autoridad se vuelve “un problema”

Si hay algo que poseemos todas las mujeres –algunas en mayor medida que otras– es el problema con la autoridad. No nos engañemos: nuestro estado de perfección es que las cosas se hagan como nosotras lo deseamos, o bien, como creemos que deberían ser. El tema de la sujeción puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza y esto lo podemos ver de manera dosificada en nuestro día a día, sea a nivel laboral (cuando nos resistimos a ceder responsabilidades), en el ámbito conyugal (cuando queremos tomar decisiones financieras) y hasta en algo tan banal como la decoración de nuestro hogar.

Este impulso de actuar conforme a nuestra propia voluntad es una condición heredada que constantemente busca anteponerse a lo que Dios desea para nuestras vidas, pues, toda mujer está llamada a una vida de sujeción producto del primer acto de desobediencia registrado en la historia, ¿recuerdas a Adán y a Eva?

Génesis-3-6

Ahí estaba Eva, contemplando lo único que, por orden, no podía tener. No le importó arrastrar a su esposo hacia su desacato. Lo cual devela otro secreto: la capacidad persuasiva que caracteriza a toda mujer. Por supuesto, sus actos derivaron en grandes consecuencias:

Génesis-3-16

Y fue así como yo, la “mujer autosuficiente” comprendió que no importa cuánto estudie, trabaje, me prepare o lo que decida emprender; la autonomía de mi vida no es algo que pueda pertenecerme, y mientras más me empeñara en perseguirla, más estaría alejándome de los propósitos de Dios para mi vida.

Ahora bien, este post no es un llamado al conformismo ni a la dependencia, pues, toda mujer está en plena libertad y derecho de desarrollarse en todas las áreas que desee. El objetivo real de este post es desenmascarar la autosuficiencia que se implanta en ti producto de tu desarrollo, experiencia, y capacidades; para luego terminar formando parte de tu carácter. Aunque el mundo entero lo aplauda, este es el primer factor que se interpone entre Dios y tú.

Actualmente vivimos en una época donde las mujeres estamos siendo llamadas al empoderamiento. Desde movimientos sociales como el feminismo, hasta la igualdad de género, el mensaje gira en torno a la mujer, sus capacidades y derechos. ¡Y es genial ver cómo día a día dejamos de ser subestimadas o catalogadas como el sexo débil! Pero también es cierto que ese empoderamiento, si no lo canalizamos correctamente –conforme a los designios de Dios para nosotras– podríamos estar dando la bienvenida a la autosuficiencia de manera sigilosa.

La mujer que aprende a vivir en sujeción y humildad es aquella que ha aprendido a rendir sus planes y sueños a aquel que nunca se equivoca. Conoce bien quién cuida de ella. De la mano de Dios aprende a edificar su casa, porque es una mujer que por amor ha renunciado a sí misma en pos del bienestar de los suyos; no busca imponerse, sino que entiende que su mejor arma es la oración. Es aquella que recibe respeto, honra y alta estima como retribución de su entrega. ¿Y sabes qué? TODO lo que decide emprender, prospera, porque ha entendido que el secreto de su éxito está en la rendición de su voluntad.

1-Corintios-11-3

No mentiré, no es fácil deslastrarnos del paradigma que representa la autosuficiencia en nuestras vidas. Esto representa una constante lucha y renuncia a nosotras mismas para abrir paso a los planes de Dios para nosotras. Pero algo sí te aseguro, Dios te ama tanto que de una u otra manera, empezará a cultivar la dependencia absoluta de Él en ti, ¡tu trabajo es no complicárselo!

Cuando la versión autosuficiente de mi misma empezó a conocer a Dios, me dije “¡Genial! Ahora saldré de la autoridad de mis padres para entrar en la autoridad de mi esposo”. Pero cuando tropecé, caí, me lastimé, volví a caer y me lastimé más andando en mis propios caminos; fue cuando entendí dos cosas: cómo Dios me pedía que le rindiera mi voluntad y la importancia de la obediencia como principio. Desde ese entonces, mi vida jamás ha sido tan plena, y he visto mis anhelos y metas materializadas, SIEMPRE de la mano de Él.

Deja que el amor de Dios entre en tu vida, no temas mostrarte vulnerable ante Dios aún en medio del dolor que esto pueda representar. Cuando rindes tu voluntad ante Él, le estarás dando lo único que realmente puedes entregarle y lo único que realmente te pertenece. ¿Acaso hay mayor muestra de amor que puedas ofrecerle?

 

 

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Andrea Colina

Lcda. en Comunicación Social. Periodista de medios digitales. Creadora de contenido digital.

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