Lo que debemos aprender de la historia de Sara en la Biblia

Sara fue una mujer muy importante en la Biblia, una mujer que fue transformada de dominante a madre de una nación entera y cuya descendencia no puede ser contada. En este estudio bíblico analizaremos un poco la historia de Sara, la esposa de Abraham, de la Biblia y lo que debemos aprender de ella.

¿Quién era Sara en la Biblia?

Inicialmente llamada Sarai, que significa «dominante», el relato de la vida de Sara está registrado en Génesis, capítulos del 11 a 23. Fue la esposa del patriarca Abraham, un hombre de fe a quien Dios escogió para ser padre de la nación de Israel y de los judíos.

El nombre de Sarai nos da una idea de que ella fue una mujer contenciosa y argumentadora siendo joven. Sin embargo, cuando Sarai alcanzó la edad de 89 años, Dios le cambió su nombre por Sara, que significa: princesa (Génesis 17:15 y 16).

Obviamente, este cambio de nombre no fue nada al azar, Dios le tenía preparado un lugar muy especial a Sara, y también le haría experimentar una vida de plenitud en Su propósito.

Este ejemplo de Dios, tratando con Sara, nos debe dar a todos la esperanza que Dios también tiene un plan y propósito para nuestra vida. Aunque este plan lleve algún tiempo,

Dijo también Dios a Abraham: a Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré y también te daré de ella hijo; si, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella.” (Génesis 17:15 y 16)

Las decisiones que tomamos pueden cambiar nuestra vida:

¿Pero cómo cambió ella de ser una mujer dominante a ser de la realeza, la madre de reyes? Todo se basó en las decisiones que Sara tomó en los últimos años de su vida.

Verás, en su juventud, Sarai tomó decisiones, algunas buenas y otras malas. Aun así, Sarai aprendió de sus fracasos y equivocaciones, así luego aprendió a entregarle su vida a Dios y permitirle que actuara a su favor.

Sara permitió a Dios hacerse cargo de todas las cosas. Le permitió ser su defensor. Y así como Sara, de la Biblia, como mujer tú puedes defenderte sola, con tus fuerzas (que fue la actitud que Sara tuvo al principio) o permitirle a Dios que te defienda.  Sin embargo, es necesario que sepas que Dios respeta nuestras decisiones, Él nos ha dado libre albedrío y por eso Dios no te defenderá mientras tú estés determinada a hacerlo por ti misma.

Para ser llamadas “hija de Sara”, debemos seguir sus pasos. Si queremos que nuestro nombre y naturaleza sean cambiados, debemos aprender a confiar en Dios, y vencer nuestros temores y el deseo de controlarlo todo; para entregar todo en manos de Dios.

Puso sus dificultades y cargas en las manos de Dios:

“Sarai, mujer de Abraham no le daba hijos” (Génesis 16:1). Esta era la dificultad de Sarai. Y es que no se trataba solo del deseo personal de ser madre, sino que en tiempos bíblicos, en el Medio Oriente, era un oprobio que no tuvieran hijos. Si una mujer era estéril se consideraba que no era bendecida por Dios.

Así que Sarai, por muchos años, tuvo que conformarse con aprender a vivir con sus deseos insatisfechos a causa de su infertilidad. Por muchos años se sintió indigna, menos que otras mujeres y víctima de la humillación pública.

Pero fue precisamente esa esterilidad la herramienta que Dios usó para obrar en su vida y para transformarla en un espíritu afable y apacible, para que su nombre pudiera ser cambiado a “princesa”.

Los tiempos de espera en Dios son necesarios ¡no hay que desesperarse!

Sarai y Abraham habían recibido una promesa de Dios, y era que su descendencia heredaría la tierra. El les dijo que tendrían un hijo. Pero desde el momento de esa promesa hasta su cumplimiento pasaron varios años, y en medio de ese tiempo de espera, Sara se desesperó y convenció a su esposo Abraham a tener relaciones con su sierva para que, a través de ella, tuvieran un hijo.

Este no era el plan de Dios, pero ella una vez más retrocedió a su naturaleza controladora y quiso hacer cumplir la promesa por sus propios medios. Sarai había esperado por un largo tiempo, pero se impacientó ya cerca del final de la espera, y metió la pata al tomar el asunto en sus manos. Es necesario tener presente que en el tiempo de espera es cuando somos probadas.

Si somos como Sara, impacientes con Dios, luego nos tocará pagar las consecuencias de esa decisión precipitada. Necesitamos desesperadamente esperar en Dios y entregarle nuestros deseos. Recuerda que del apuro solo queda el cansancio. Las maravillosas bendiciones de Dios son para aquéllos que esperan en él. (Isaías 64:4)

 

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Artículo basado en el libro Mujeres de influencia y distinción de Betsy E. Caram

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