En la entrada anterior les comentaba algunas raíces del perfeccionismo, entre ellas, estaba el temor, el orgullo, la ira y la vergüenza.
¡Wow, parece que las personas perfeccionistas son realmente terribles! Bueno, de verdad tienen serias debilidades, así como el resto de los mortales que han sido heridos en el transcurso sus vidas, lo importante en este caso es reconocer qué activa el perfeccionismo y abrazar la liberadora verdad de Dios.
Claves para decirle adiós al perfeccionismo:
- Reconoce que el perfeccionismo no es bueno. Solemos justificar que ser perfeccionistas es una forma de buscar la excelencia, pero no es así. Es una forma de querer tener el control de todo lo que nos rodea (incluso de nuestros seres queridos). Queremos tener el control porque no confiamos en nadie más que nosotros, ni siquiera confiamos en Dios.
- Identifica la fuente de vergüenza. Muchas veces alguien depositó una pesada cuota de vergüenza en nuestra vida, pudo ser una madre crítica, un padre ausente, un abusador sexual… Desde ese momento, sentimos que debíamos esforzarnos mucho más para tratar de no sentirnos inapropiados, indignos o rechazados.
- Acepta el veredicto del Padre. Las personas que son perfeccionistas pasan su vida persiguiendo la aprobación de otros. Anhelan fervientemente ser aceptados por todos, pero nunca se sienten completos. La buena noticia es que Dios nos amó primero, incluso antes de que nosotros supiéramos su existencia (1 Juan 4:19), antes de que nosotros intentáramos darle algo a cambio. Él nos acepta y nos hizo sus amigos.
- Enfrenta el temor. Pídele a Dios que te ayude a admitir tus temores. Pídele que te revele cuáles son tus fuentes de sentimiento de abandono y de rechazo. Trae delante de Dios tus temores e incluso el nombre de aquellos que te afectaron. En el caso de que sean tus padres u otro ser querido, esto no quiere decir que tú no los amas o ellos a ti, lamentablemente la mayoría de las veces somos heridos por personas que amamos.
- Reajusta tus expectativas sobre los demás y de ti mismo. Las personas somos falibles, propensas a cometer errores. Tener expectativas exageradas sobre los demás hace que nuestras relaciones se vuelvan tóxicas; corremos el riesgo de lastimar a quienes amamos, pues ellos siempre sentirán que no pueden cumplir nuestros estándares. Lo mismo pasa con nosotros mismos, permitámonos el derecho universal de equivocarnos.
- Quita el altar y deja de pagar promesas. Jeremías 2:13-15: “Mi pueblo ha cometido dos pecados en mi contra: Me ha abandonado a mí, fuente de agua viva, y luego ha cavado sus propias cisternas; pero esas cisternas están rotas y no pueden darles agua”. Por lo general, las personas que tienden a ser perfeccionistas experimentaron el rechazo por alguien de suma importancia en su vida, como ya dijimos puede ser de uno de sus padres. A medida que crecen tratan a toda costa de ser aceptados por esa persona través de sus acciones. En otras palabras endiosan a quien le causó el daño y buscan pagar su aceptación con promesas.
Reconocer que somos perfeccionistas no es nada sencillo. Se requiere de humildad y de un largo proceso para admitir que perseguir la perfección no solo es agotador, también es tóxico tanto para nosotros como para aquellos a quienes amamos. La buena noticia es que Dios está dispuesto a ayudarnos. Él solo está esperando que le pidamos su ayuda:
Querido Padre Celestial, admito que he vivido lleno/a de orgullo y soberbia. Reconozco que he buscado desesperadamente la aprobación de otros. Te pido que me ayudes a aceptar tu amor y tu perdón. No necesito negar más que tengo necesidades y debilidades. Hoy sé que puedo contar contigo para suplir cualquier carencia que tenga. Te pido perdón por las veces que herí a mis familiares y amigos. Así como las veces que alimenté rencores e ira. Te pido que me ayudes a ser tolerante y amoroso con quienes me rodean. En el nombre de Jesús, amén.
