¡A mí no me deja el tren, ya estoy en uno!

Es casi una ley universal, y por cierto una muy mala, que cuando la mayoría de tus amigas y hermanas empiezan a casarse, siempre hay alguien que pregunta: “¿Y tú para cuándo? ¡Cuidado y te deja el tren!”. Sí, no importa la edad que tengas, da igual si tienes solo 25 años o ya estás cerca de los 40, el comentario siempre vendrá.

Les diré algo: perdí la cuenta de las muchas veces que aplacé escribir este artículo. La mayoría de ellas lo hice por temor al qué dirán. Pero luego de una larga conversación con un grupo de amigas que han sido víctima del voraz comentario, dije: ¡Qué rayos, igual la gente siempre piensa lo que les parece!

Si bien en la mayoría de los países la tendencia es casarse cada vez más tarde (en otro post veremos los porqué), en Latinoamérica la edad para comprometerse aún está entre los 25 años. Y no quiero que malinterpreten, soy fiel defensora del matrimonio y no me caigo a pasiones con respecto a la edad ideal para casarse, eso dependerá de muchas otras variables, pero sí creo que hay una fuerte presión para mujeres que siguen solteras después de, entre comillas, cierta edad.

Estas son algunas de mis conclusiones después de tanto filosofear (sic) al respecto:

Estoy soltera, no soy soltera

Lo primero que debemos aclarar es que estar soltera no es sinónimo de estar incompleta, de haber fracasado o estar en un estado previo o transitorio. Es decir, la soltería no es una penitencia a pagar, ni mucho menos el tiempo de comer las verdes, antes de degustar la fruta madura, que en este caso sería tener una pareja o estar casada. Tampoco es el estado previo a la felicidad. Esto último lo digo por frases como «algún día encontraré a alguien que me haga feliz». Amiga, si no eres feliz ahora, nadie te garantizará ser feliz en compañía. Muchas veces caemos en la tentación de creer que nuestra vida está en una especie de limbo, donde la felicidad y la dicha está en pausa hasta que consigamos a alguien, cuando en realidad la felicidad es una decisión que debemos tomar y compartir con nosotras mismas.

La soltería tampoco define nuestra identidad. El ser está conformado por muchos y complejos aspectos. Definir quien eres por tu estado civil es sumamente frustrante, sobre todo en una sociedad que impone estándares para todo. No permitas que nadie, ni siquiera tú, juzgue tu valor o tu propósito en esta vida por el hecho de tener o no tener pareja. Tú eres y sigues siendo alguien, con o sin esposo, con o sin títulos universitarios, con o sin bienes…

Así que dí «estoy soltera, no soy soltera».

La soledad no es asunto de números

Hay personas que experimentan la más cruda soledad aún estando rodeada de muchas personas y junto a la compañía de su pareja. Asociar el estar soltero con experimentar soledad es muy común, pero no necesariamente cierto. La sensación de soledad, cuando es vista como el sentimiento de estar vacío o abandonado, está más relacionada con una baja autoestima y con falta de amor propio, que con tu estado civil. Cuando aprendemos a disfrutar nuestra soltería, aprendemos a disfrutar nuestra compañía, a crecer en autoconocimiento y a dedicarle mayor tiempo y energía a nuestros proyectos personales.

¿Tarde en función de qué?

Muchas de las cosas que como sociedad damos por verdad absoluta no son más que meras apreciaciones. Cuando alguien dice que se te está pasando el tren o que se te hace tarde para determinada cosa, siempre me pregunto: ¿tarde en función de qué?

Y aunque ciertamente hay un reloj biológico,  esta no es la única variable que se debe tomar en cuenta, cada persona tiene un proyecto de vida diferente; formas de ver la vida, sueños, aspiraciones. Todo eso pesa, así que es muy injusto comparar nuestro éxito en determinada área de nuestra vida o de ella en general en función de los tiempos y decisiones de otros.

Importa lo que piensas tú

Quizás este es uno de los puntos más difíciles de mantener con el tiempo, sobre todo, cuando avanza la edad y los saludos se convierten en “te vas a quedar para forrar biblias”.

Lo importante es cómo nos percibimos a nosotras mismas, porque si realmente creemos que el tiempo se agotó para nosotras pueden que pasen dos cosas: o nos  desesperamos y nos vamos con cualquiera o, de plano, nos cerramos a la oportunidad de conocer a alguien que valga más que la pena, la alegría.

Una vez escuché al pastor Sixto Porras algo me impactó mucho: Jesús murió a los 33 años soltero y nadie jamás pensó que él era un solterón o un “quedado”. Entre ser solterona y soltera la única diferencia está en la actitud que asumimos.

Desear tener una pareja: totalmente legítimo

Ahora bien, el hecho de desear una pareja no nos hace personas con problemas de autoestima, ni mucho menos  infelices. De hecho, es legítimo y natural, siempre y cuando esta sea una elección y no una necesidad. No tiene nada de malo querer en un momento establecernos en pareja y formar una familia, el problema está cuando nuestro único objetivo en la vida es tratar de llenar nuestros vacíos con alguien más.

Por último, siempre recordemos: a nosotras no nos deja el tren, porque la vida no deja de ser vida por estar solteras. Decidamos  disfrutar el hoy, disfrutar nuestra compañía y festejar cada forma de amor que experimentemos con nuestros familiares, amigos, seres queridos y, por supuesto, con Dios. Así, cuando decidamos compartir nuestra vida con alguien, podamos brindar y recibir momentos realmente gratos.

Y si mis conclusiones aun no te convencen, estudios demuestran que cuando aprendes a disfrutar el estar soltera, te vuelves una mujer sumamente atractiva y difícil de ignorar 😉

 

Laura Acosta

Redactora, Storyteller, Copywriter Instagram: @eslaura

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