Me encontraba sentada en un viejo sofá amarillo en una hermosa casa en Maui. Recuerdo que estaba estudiando la verdad de Dios con unas pocas chicas de mi edad. Por un mes, íbamos a estudiar el libro “Cómo orar por tu futuro esposo” por Robin Jones Gunn. Ninguna de nosotras estaba casada, ni siquiera estaba saliendo con algún chico.
Una frase de ella que nunca olvidaré decía: “Damas, oren por sus hombres. El plan de juego de la maldad es el de derribar a los líderes, los hombres. Solo Dios puede atraer a un hombre a buscarle y podrá liberarlo para ser el hombre y el líder que Dios quiere que él sea. Estés casada o no, ¡Pelea! ¡Ora!»
¿Pelea? Pensé yo
¿La chica cuyo padre se rió frente al reclutador del ejército cuando llamó a mi casa para ver si yo quería unirme a la armada en mi último año de escuela?
¿La chica quien, a pesar de haber ido a aventuras por todo el mundo, le teme a andar en transporte público, caminar por las calles en el centro de L.A. y a caminar desde el carro hasta la casa en la noche?
Pero nunca olvidaré esa tarde, sentada con todas esas mujeres, conmovida hasta lo más profundo de mi alma, mi espíritu agitado en lo profundo decía “¡Sí, peleemos por nuestros hombres!»
Mi corazón ha estado muy cargado últimamente, por los jóvenes y hombres en nuestra cultura. En promedio, los jóvenes son expuestos a la pornografía en edades entre 8 y 11 años. Ya no es una pregunta si ellos han visto porno o no, pero sí lo es si son adictos o no y la mayoría lo son.
En nuestra cultura los videojuegos son agresivos. Los más populares son aquellos que incluyen mucha violencia y aquellos que para avanzar al siguiente nivel se requiere matar a cierto número de personas en él.
Veo jóvenes convirtiéndose en apáticos, perezosos, rebeldes, furiosos. Tienen competencias en la escuela para ver quién puede obtener el más bajo promedio. Se deleitan en “una sola noche”. Compiten, tratando de acostarse con la mayor cantidad de chicas, o mejor aún, dormir con las más deseadas. Los hombres, permanecen actuando como «jovencitos» bien avanzados los 30 años, viviendo en sus casas y dejando que su madre les provea aún. Muchos de estos jóvenes crecen sin un padre, o si viven con ellos, éstos nunca están presentes.
Entonces, ¿dónde estos jóvenes aprenden a ser hombres? ¿En MTV? ¿La radio? ¿Viejos amigos?
He visto esto una y otra vez en los pasados 3 años que tengo trabajando con el grupo de jóvenes de mi iglesia y ahora que trabajo en una secundaria, también.
Es fácil para mí sentirme triste, descorazonada y desalentada. ¿A dónde se han ido todos los hombres? ¿Qué va a ser de esta próxima generación? ¿Qué va a pasar cuando tengamos hijos? ¿Alguna vez te has encontrado preguntándote estas mismas preguntas?
No hay nada que la maldad quiera más que robar, matar y destruirnos (Juan 10:10) y la mejor manera de hacer eso es derribando a nuestros hombres. Dios creó a los hombres para ser nuestros líderes. De hecho, cuando vas a una batalla, el objetivo es siempre derribar a los líderes, los comandantes, al rey, porque una vez que ellos caen, los tienes a todo.
Hay una batalla que se está llevando a cabo que nosotros no podemos ver. La mayoría de nosotras posiblemente no quieran ir y alistarse a la armada, tal vez no juguemos deportes, y puede ser que nos de miedo andar en transporte público, pero fuimos llamadas para luchar. Chicas, el tiempo ha llegado. Levántense, entréguense a la oración, tomen su escudo de fe y su espada del espíritu de Dios y oren fervientemente, con todo el corazón, continuamente.
Nosotras como mujeres tenemos un llamado muy grande en nuestras vidas: tenemos la dicha de ir ante el trono de nuestro Padre y elevar a los hombres de nuestras vidas a Él. Al Rey de Reyes, al Padre Amado, al Dios Santo, al Todopoderoso. Él es más que capaz de cambiar corazones, sacudir espíritus, dar sabiduría a los humildes, levantar a los débiles y dar poder. Él nos ve, conoce nuestros corazones, Él está levantando a los hombres de esta generación para que sean como Él y para que le sirvan a Él, para que sean obreros entre la cosecha, para disciplinar a los más jóvenes y tú tienes la oportunidad de unirte en su trabajo.
No solo ores por tu futuro esposo, ora por tu hermano, por tu padre, por los líderes, profesores y amigos. No te sientes en el banquillo a mirar, prepárate, doblégate y ora. Mira el trabajo de Dios, cómo cambia, trasforma y mueve a estos hombres. Él es fiel, y escucha nuestros lamentos. ¡PELEA!
“Y ustedes, israelitas que viven en la ciudad de Jerusalén, ya no tienen por qué llorar. Dios les tendrá compasión tan pronto como le pidan ayuda. En cuanto oiga sus gritos, les responderá.” Isaías 30:19 TLA
Escrito original en inglés por Alyssa Bethke